top of page

Lunes 21/04/2014

AXEL FERNANDEZ

Mi vida laboral comenzó hace ya media vida. Con tan solo dieciséis años, viendo que no servía ni quería estudiar, decidí que lo mejor era aprender un oficio. Formarme profesionalmente con la experiencia. Labrarme un futuro sabiendo que cuando fuera capaz, podría vivir de ello.

 

Una mañana, desde las 6h hasta las 9h estuve repartiendo currículums por diferentes empresas dedicadas a oficios, que pase lo que pase, permanecerán activos; carpinteros, herreros, mecánicos… Tras caminar por todo el pueblo entré en una cristalería y mantuve una corta conversación con el dueño, una persona firme y autoritaria que conocía su oficio como pocos y me ofreció formar parte de su pequeña empresa familiar junto a su mujer y sus hijos.

 

Comencé con tareas sencillas de taller y acompañando a su hijo a realizar instalaciones y reparaciones a domicilios y empresas. Él invertía tiempo, esfuerzo y un simbólico sueldo en mi formación a cambio de mi ayuda. En menos de un año ya realizaba sin supervisión todas las tareas de taller que se me habían enseñado y cuando superé la mayoría de edad, me pasaba el día entero realizando reparaciones y sustituciones con un aprendiz a mi cargo.

 

La formación podía darse por concluida, teniendo en cuenta que nunca se conoce todo en un oficio.

 

Cinco años trabajando en esta empresa y tan solo revisaron mi sueldo en una ocasión, cuando finalizó mi contrato de aprendizaje, pasando de 80.000 pesetas (480 €) al mes a 90.000 (540 €), que fue mi sueldo durante 3 años. Realizaba trabajos de altura (construcción y reparación de claraboyas entre muchas otras cosas), trabajaba en un oficio con alto índice de accidentabilidad y mortalidad, tenía a una persona a mi cargo… En fin, que mi sueldo no reflejaba la responsabilidad o el riesgo de mi trabajo, y sin ningún reconocimiento, yo me sentía menospreciado.

 

Durante los 2 últimos años de servicio en la empresa, pedí en infinidad de ocasiones que se revisara mi sueldo o que por lo menos reconocieran mi categoría de oficial, aunque fuera de segunda.

 

Cansado de luchar por lo que nunca llegaba y triste por dejar un oficio que tanto disfrutaba, decidí poner fin a esta relación laboral.

 

Con esta experiencia deseo mostrar que soy un gran defensor del aprendizaje mediante el trabajo, pero que no nos lo ponen nada fácil. Cada vez menos jóvenes desean aprender un oficio y si a esto añadimos las precarias condiciones que la mayoría de las empresas imponen a sus trabajadores sin tener en cuenta que estos son su mayor bien, la cosa está muy negra.

 

En Alemania, por ejemplo, un adolescente comienza su formación como aprendiz en una empresa y se forma en base a los estándares y formas de trabajo de la misma, y eso es un gran valor para el empresario. Estos empresarios valoran por encima del beneficio a corto plazo, la calidad de su trabajo, pues será lo que permitirá a la empresa crear beneficios por largo tiempo.

 

Queremos ser europeos, pero no resultará fácil. Volvemos a lo de siempre, cambiar la mentalidad de todo un país solo se consigue con mucha fuerza de voluntad y aún más tiempo, no abaratando el despido o creando minijobs que aquí nunca funcionarán para nada más que para empeorar la calidad del producto y las condiciones de nuestros trabajadores. Un empresario de nuestro país, preferirá pagar 100 a quien simplemente haga su trabajo que pagar 120 a alguien que lo realice bien. De esta manera, la calidad del producto final y los contratos del país, cada vez irán a peor.

 

Ser moderno, ser europeo o ser eficiente no se consigue con una política ni de izquierdas ni de derechas, se consigue con ganas de mejorar, con querer diferenciarse de la competencia y con el reconocimiento de un trabajo bien hecho.

 

Valoremos nuestros recursos humanos, son los que perdurarán sobre los materiales.

Martes 22/04/2014

CAROLINA FIGUERAS

 

Hace unos años cuando aún estaba estudiando, apareció el boom de los llamados mileuristas. Esas personas cuyos sueldos creíamos que eran bajos porque solo llegaban a mil euros. Esas personas cuyos sueldos ahora envidiamos porque lo vemos como un sueldo espejismo que ya nunca podremos alcanzar.

 

Los sueldos que se ofrecen en el mercado laboral son precarios y los que no lo son tanto sólo son posibles si no tienes hipoteca o cargas familiares. Hace años la sociedad te empujaba a estudiar una carrera para tener un mejor futuro laboral pero ahora cuando te lanzas a buscarlo estás en el mismo lugar que los de tu clase que dejaron de estudiar para irse a trabajar. Esos mismos que pensabas que tendrían peores condiciones porque no habían estudiado tanto, ahora muchos de ellos, los que aún trabajan, tienen mejores puestos y los que no los tienen, siguen la misma cola de entrevistas, de las calles, del paro, como tú. Parece que la formación no nos ha servido de nada, antes al contrario.

 

Los mileuristas y los que vinimos detrás de ellos formamos parte de una generación a la que se nos exige más de lo que recibimos; nos obligan a muchos de nosotros a no poder abandonar el domicilio paterno o a volver allí. Sabemos que nunca podremos comprar una casa, ni un piso, ni tan solo una caravana. Esa idea ya hace mucho que no pasa por nuestras cabezas, la hemos apartado de nuestra mente porque aunque algún día pudiéramos permitírnoslo, no lo haríamos porque el terror al vacío que nos rodea nos corta las alas

día tras día.

 

Competimos por un lugar al que no pertenecemos porque no tenemos ningún sitio asegurado dentro de esta sociedad. Y aún así seguimos luchando y aún así nos siguen echando fuera y así mil veces, esperando que llegue el día que por fin haya servido de algo todo este esfuerzo que ahora parece baldío.

Miércoles 23/04/2014

ABRAHAM HUNT

Las condiciones laborales en España. 

 

Este mes me toca hablar sobre las condiciones laborales de este país.

Como casi siempre me remontare a hace algunos años esta vez no serán muchos. En aquellos años en el que la mayoría de trabajos eran con un horario de lunes a viernes y con sueldos suficientes como para pagar recibos, ahorrar y además permitir algún capricho.

 

Las madres siempre nos decían: estudia hazte medico o abogado ganaras muy bien.

Muchos dejaban los estudios y directamente se ponían a trabajar porque con lo que ganaban tenían suficiente.

 

A lo largo de los años nos hemos (modernizado) por no decir atrasado como los cangrejos. Hemos pasado del yo el sábado no lo trabajo si no lo cobro extra a no tener opción a negarse y muchas veces sin cobrar.

Hay muchos factores que han provocado estos cambios.

Crisis o mano de obra más barata por ejemplo.

 

Un empresario si puede pagar a un trabajador 700€ no le pagara 1.200€.

Los contratos fijos se han visto brutalmente disminuidos, para dar paso a una facilidad enorme para poder despedir al trabajador, no solo han reducido el finiquito sino que además a la añadida dificultad de encontrar empleo se une la reducción del sueldo o “ayuda” del paro.

Ahora el futuro es bastante negro, la gente se mata por empleos de dos o 3 meses por sueldos más que mínimos.

 

El gobierno ha dejado al trabajador desamparado empujándole a una más que segura ruina económica, con las nuevas leyes laborales ya no se trabaja para vivir si no para sobrevivir.

Ahora las madres le dicen a sus hijos: Estudia y vete de aquí.

 

Es triste ver a gente licenciada en derecho, medicina o alguna carrera universitaria, desempeñando otros trabajos para los que no han estado años preparándose. En cambio ahora te piden 80 titulaciones, cursos o formaciones para reponer en un centro comercial por menos de 4 euros la hora.

 

Yo tengo suerte, tengo trabajo, pero por desgracia ahora nunca sabes si por muy fijo que sea tu contrato te queda mucho tiempo en tu empresa. Ahora puedes dar las gracias por tener trabajo sueldo mínimo no llegar a fin de mes y además vivir explotado y con apenas comida que llevar a la boca.

 

Pero lo más triste de todo es que nuestro gobierno nos invite a irnos fuera para poder ganarnos la vida están hundiendo este país para hacer al rico más rico y al ciudadano medio aun más pobre.

Jueves 24/04/2014

ANNA BAÑON

 Condiciones laborales

 

Llevaban un rato mirando la televisión mientras Anaïs jugaba con el maletín de médico que le habían regalado semanas atrás por su cumpleaños. –Papá, yo de mayor quiero ser enfermera, como mamá- dijo la pequeña, mientras el padre sonreía satisfecho y se dirigía a su hijo, interesado: -Y tú Libo ¿Qué te gustaría ser de mayor?

 

 El trabajo forma parte de nosotros, pero hemos olvidado su significado. Ahora nuestra vida es el trabajo, pero no como el placer que debería ser, es decir, como un medio hacia nuestra plenitud y felicidad. Sino como un deber monstruoso que nos acecha, que no nos gusta y que a muchos lleva a una vida medio vacía o completamente hueca.

 

Hoy somos esclavos del sistema, un sistema que nos maltrata y que nos ofrece lo mínimo que puede: si le permitimos darnos menos, menos nos da y si le dejamos abusar de nosotros, llega hasta los límites que le pongamos. Hoy somos esclavos de nuestra mentalidad, necesidad y del miedo a arriesgarnos a perderlo todo. Pero es que… ¡Eso es lo que hace que perdamos nuestra vida, nuestra dignidad y nuestros derechos! Tenemos la mala costumbre de menospreciar el trabajo de las putas –sí, putas, no sé porque tanto miedo a esa palabra- porque venden su cuerpo a cambio de dinero, pero… ¿qué hacemos nosotros? ¿No nos prostituimos también? ¿No vendemos nuestro cuerpo, nuestras capacidades, habilidades, a trabajos que en nuestra mayoría no nos satisfacen ni nos gustan, ni nos parecen suficientes para nuestras necesidades o deseos? ¿No permitimos el trato que el sistema nos da?

 

Aquí comprendo que hay un punto difícil y que muchas personas me rebatirían ¿cómo no vamos a tener miedo? Una madre de familia con hijos, en plena crisis, no puede permitirse dejar el trabajo, ni seleccionar aquellos en mejores condiciones o con mayor sueldo. Un joven que nunca ha tenido experiencia laboral no puede empezar buscando por lo alto, tiene que permitirse contratos basura o incluso trabajar voluntariamente un tiempo, hasta tener cierta experiencia. Es cierto, estamos en un punto pantanoso, difícil, ¿quién soy yo para juzgar que un padre se permita trabajar 12 horas cobrando 6 (mal pagadas), sin descansos suficientes, sin vacaciones y con un contrato de mierda… si de ello dependen dos niños pequeños? ¿Cómo voy a juzgar a ese superhéroe que tiene que aprovechar esas migas que “ellos” ofrecen? No, no puedo juzgar algo así, posiblemente yo también lo haría en esas circunstancias.

 

Es aquí donde me planteo lo siguiente… hoy somos esclavos del sistema porque hemos perdido la capacidad de sobrevivir por nosotros mismos: El trabajo se ha transformado en nuestra supervivencia y nuestra única opción.

 

A todos vosotros los que “en potencia” sois psicólogos, músicos, pintores, profesores, médicos, escritores, periodistas, cocineros, mecánicos y lo que sea que queráis ser en vuestra vida… se que a veces tendréis que trabajar en una fábrica o un súper para poder cumplir vuestros sueños, pero no los abandonéis.

 

Y a ti, que me lees atentamente, aprende a sobrevivir, a autogestionarte, a ser libre y tuyo. Aprende a dar de comer a los tuyos sin permitir que el sistema se coma tu dignidad.

 

-Papá, yo ya soy mayor, y ya hago lo que quiero, no necesito nada más-. A Pedro le llevó toda la tarde intentar hacer entender a Libo que cuando uno crece tiene que escoger una profesión, pero desistió, ya que solo conseguía que el pequeño soñara con ser cosas que ya era: constructor de piezas de lego, jugador de ajedrez, explorador de jardines y cantante de bañera.

 

Domingo 27/04/2014

BORJA HEREDERO

 El punto de partida en este artículo es simple, no hay solo un hilo del que tirar, es uno de los temas con más variantes que he tratado.

Esto ya no es blanco o negro, no se trata de elegir una opción, se trata de ver como se nos maltrata para que unos sean más ricos y los de siempre más pobres...

 

En la actualidad vivimos una realidad laboral tan fea como surrealista. Todo aquello que se ha conseguido tras décadas de lucha, esfuerzo y movilizaciones por nuestros derechos han desaparecido de un plumazo por una reforma laboral que debe hacernos crecer económicamente, debe crear más empleo y con ello una recuperación general en todo el territorio nacional, un territorio castigado por una crisis de la que como no podía ser de otra manera, somos los últimos en recuperarnos. Si te preguntas el porqué no debes ir demasiado lejos para encontrar la respuesta. Es más fácil llenarse los bolsillos a costa de los humildes trabajadores, que mancharse las manos.

 

Mi pensamiento personal es, ¿Qué hago? ¿Qué debo pensar?

 

Por un lado me dicen que debo considerarme un privilegiado por tener trabajo, por tener un mínimo de economía con lo que poder sobrevivir y poder mantenerme.

Me ponen como ejemplo los más de 4 millones de españoles que están en el paro, todas las familias desahuciadas por la falta de empleo y en el fondo piensan que tienen razón. No puedo negar que soy un esclavo con privilegios.

 

Vamos a ver, creo que ha llegado el momento de poner las cosas claras.

Quizás se me van a comer, es probable que algunos que lean estas líneas piensen que me he vuelto loco o simplemente que soy idiota.

 

Si tengo que decirte algo, ¿sabes que es?

 

¿A qué estamos jugando señores?

Estamos trabajando por un salario que en media Europa ganan por echarse la siesta, en menos de 5 años hemos pasado de tener unos derechos a tener unas obligaciones, una realidad llena de miedo y opresión, porque si hoy tienes la voluntad de pedir lo que es tuyo, estas en la calle.

Jornadas de trabajo pagadas a la hora por la mitad de lo que te vale una entrada al cine y unas vacaciones que se ven pasar, porque la gente pasea y tú, te diriges a lo que yo he denominado la cárcel de los que sobreviven.

 

Si por algún motivo tenemos que buscar culpables podemos desvariar. Yo soy incapaz de culpar a un padre de familia que después de 40 años de oficio, de sacrificio y pasión por lo que hace, esta ahora en un supermercado reponiendo por 600 € al mes.

No puedo culpar a ese hijo de familia que después de sacarse una carrera y un máster debe ponerse a trabajar en una gasolinera porque en su casa no llegan a final de mes.

 

Tan triste son nuestras condiciones laborales como nuestra fuerza, subyugados al ritmo de una vida que no nos da un respiro, con unas necesidades básicas cada vez más inalcanzables y las peleas por empleos basura a la orden del día.

Es triste decirlo, pero tengo trabajo, tengo esa suerte o esa desgracia porque han que algunos no me creáis en muchas ocasiones pienso en dejarlo, en hacerme un favor a mí mismo e intentar dejar de ser pisoteado por este sistema pero no puedo, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy atado de pies y manos, no soy yo solo y no quiero ser una carga más.

 

Los jóvenes de hoy somos los que mañana sufriremos estas condiciones laborales en un futuro y os vuelvo a repetir, ¿A qué estamos jugando?

 

Frase del Director

 

 

 * Somos las herramientas que deben construir el mundo del mañana, hagámoslo ha nuestra manera*

 

 

 

 

 

 


 

 

Soy un título. Haz doble clic para editarme.

Disfruta también de...

bottom of page