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SANT JORDI 2014 EL DÍA DEL LIBRO Y LA ROSA

 

Dúo de lágrimas

 

A veces en la noche escucho el llanto de una mujer. Un llanto que intenta ser ahogado en vano. Un llanto que por su intensidad no puede ser de pena sino de desgarro. Sin querer, en ocasiones, pongo la mano en la pared porque sé que ella está al otro lado. Entonces, imagino que acaricio su rostro, un rostro lleno de sombras y demacrado.

 

Cuando nos cruzamos en el portal la miro y ella siempre me esquiva; sus ojos reflejan miedo, miedo y vergüenza. Supongo que sabe que yo lo oigo todo y por eso se esconde. Quiere evitar que le pregunte ¿por qué llora? O ¿por qué no la consuela nadie? Si me lo pidiera yo la ayudaría. Sin embargo, nunca habla, nunca ríe, solo sufre e intenta llorar en silencio.

 

Cada día, temo tumbarme en la cama y volver a escuchar su agónico alarido. Ruego mientras me vence el sueño que el del día anterior fuera el último. Pero nunca es así, siempre continua semana tras semana, mes tras mes, convirtiéndose en la más amarga melodía que puede producir la trágica ausencia de esperanza.

 

Al final, yo también lloro porque pienso en la profundidad de su dolor y recuerdo mis más horribles tormentos. En ese infernal instante, hago un grito mudo suplicando ¡mujer no llores! Mas, las lágrimas y los sollozos siguen cayendo y caen con tanta fuerza que temo que su frágil cuerpo no lo resista y que, con ello, su alma y la mía terminen de resquebrajarse.

 

Ayer, no pude soportarlo más y puse una canción para que ella la oyese, para que supiera que yo estaba cerca y que no quería que se sintiera triste y sola. Una canción que todos hemos cantado siendo niños y que hizo que, durante unos segundos, no llorara al recordar lo hermoso de la infancia.

 

Por la mañana, cuando la vi me miró y con una tímida sonrisa me dijo gracias. Hoy, es ella quien me dedica una balada, es una balada áspera, no obstante, para mí y para ella es mágica, pues ya no se escuchan alaridos ni lágrimas.

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