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Lunes 17/02/2014

ALBERT FONTSERÉ

Todo tiene un precio. Por muy duro que parezca, todas las cosas materiales en este mundo, tiene un precio. Y las viviendas, no son una excepción.

 

Hace 20 años, la gente tenia dinero, los bancos ofrecían prestamos para poder pagar la casa de sus sueños, pero claro, el préstamo era prácticamente vitalicio. Ahora, no hay trabajo, no hay dinero, por lo tanto, no se puede liquidar el préstamo ofrecido por el banco, entonces si no pagas, el banco se queda con la casa. Es así de fácil. Es totalmente irracional que una persona no tenga donde comer, donde dormir, donde cuidar a sus hijos, pero cuando firmabas el contrato con el banco, estaba escrito, probablemente, que si algún día, fueras incapaz de pagar el préstamo, el banco se queda con lo que es tuyo. Por ahora no hay nada ilegal.

 

No estoy dando la razón a los bancos, para nada. Solamente son otro negocio que quiere ganar su dinero, y sea como sea lo hará. El problema principal, y siempre es el mismo, es que el ser humano en su etapa de gloria, es decir cuando tiene dinero, le da igual el futuro, es un vividor, un derrochador y solo piensa en su propio placer, pero nunca piensa en lo que pasara en un futuro.

 

Con esto quiero explicar que si todo el mundo desde un principio no hubiera aceptado un préstamo con estas penosas y pésimas características, todo hubiera cambiado. Ética, ética y ética, eso es lo que les falta a las personas. Ser personas, pensar en el futuro, y con eso, si todos nos unimos, y seguimos un camino correcto, todo lo que nos rodearía también seria correcto.

 

Todo el mundo debería tener un techo donde vivir, pero no con esos precios tan desorbitados, y además con todas las trabas y problemas que siempre se ponen. Pero si en algún momento, alguien esta en problemas de pago, y no se puede pagar, el gobierno, los bancos, o quien quiera que sea que lleve esta operación debería ponerse en la piel del damnificado y ser flexible.

Que pena que hoy día, a ser una persona con sentimientos, y con ganas de ayudar a los demás, es decir, ser una persona, se le diga ser flexible...

 

Con esto entramos, en el segundo punto, que son los bancos de alimentos. Me parece un acto de bondad extremo. Si alguien no tiene los medios para comer, ahí tenemos que estar los demás para ayudar, sea lo que sea, y si con los bancos de alimentos, y dando un simple litro de leche cada uno, haremos que centenares y miles de personas puedan comer, y con eso ser felices, adelante.

 

Personalmente, hay una sensación que me encanta. La gratificación de poder ayudar a los demás. Aunque no deberíamos hacerlo por la satisfacción de hacerlo, sino porque somos personas, y las personas, debemos ayudarnos entre nosotros.

 

 

 

Martes 18/02/2014

YOLANDA LAHOZ

En España, hubo un tiempo en el que parejas, matrimonios y familias creían tener todo el poder adquisitivo necesario para poder emprender proyectos como unas grandes hipotecas que creían iban a pagar; precios desorbitados que a mi parecer eran imposibles de abonar después.

 

 

Según fueron pasando los años la crisis económica iba saliendo a flote, se hablaba de rescate económico, se habló del rescate a la banca…. Se fusionaron bancos…

 

 

Llegados al punto en el que nos encontramos, se están produciendo los desahucios de los que oíamos hablar mucho hace un tiempo atrás, de repente…. Los medios de comunicación, telediarios y demás han dejado de ser voz de estas personas y ya no sabemos qué ocurre.

 

Siguen produciéndose, siguen arrebatándoles el hogar a miles de familias, centenares de niños que no saben por qué un día llegan unos señores y les quitan la casa de sus papás, su hogar, donde hacían los deberes, donde les habían contado el cuento de buenas noches para tener dulces sueños….

 

Por otra parte, estas mismas familias son las que se las ven muy negras para poder alimentar a sus hijos y a ellos mismos; ahí encontramos la labor de los bancos de alimentos.

 

Estas navidades, una persona muy cercana a mí, como cada semana fue a hacer la compra de la semana, (vaya repetición, pero es así) y se encontró a la entrada de un supermercado a unas personas del banco de alimentos, que se diera lo que quisiera pero alimentos no perecederos.

 

Ya no los ha vuelto a ver más a la entrada de ningún supermercado y yo me pregunto, ¿señores, estas familias solo comían en navidad? ¿ el resto del año pasan por el aire? ¿solo somos solidarios en fechas navideñas o épocas del año concretas?

 

Estas personas, las que están pasando apuros económicos no solo están vivas cuatro días al año y no solo necesitan de la solidaridad esporádicamente.

 

Por lo que yo digo, si realmente queremos ayudar a evitar los desahucios y ayudar a que estas familias puedan seguir viviendo más o menos bien, se deberían realizar estas obras todo el año, no solo

cuatro días del mismo.

 

Mi opinión, que los que han robado tanto dinero lo devuelvan y veremos cómo todo esto se soluciona , además de pensar un poco más con la cabeza y mirar bien cuántos ceros tiene la hipoteca y cuántos el salario…. ¿salen las cuentas? Si la respuesta es afirmativa, adelante, si no quédate quieto.

 

Yo no quiero que se eche a las personas de sus hogares y las dejen en la calle con una mano delante y otra detrás ; es quitar otro derecho más, el de una vivienda digna reconocido por la Constitución.

Miércoles 19/02/2014

ALEX CARVI

 

Vivimos en un mundo donde estamos desinformados sobre la pura realidad; la puta verdad la ponemos nosotros. Existen millones de noticias que suceden no sólo en el ámbito mundial, sino estatal, pero no tenemos acceso a ellas. Los medios de comunicación escogen sus propias noticias basadas en intereses, presiones o audiencias. Podemos decir que ellos deciden sobre los temas que debemos opinar y discutir, pero donde no podrán condicionar e influenciar es en nuestra capacidad crítica y en nuestra manera de pensar. Un claro ejemplo son los desahucios de casas y familias en nuestro país, ¿cuál es la realidad actual? ¿Se continúan dando estos casos? No se entiende cómo un caso tan grave como éste ha desaparecido de las portadas de los diarios de la noche a la mañana, ¿cuál es la política que está siguiendo el Gobierno?¿Por qué la prensa ha perdido el interés en publicar este problema social? Son una serie de preguntas que tenemos muchos debido a una enorme desinformación, pero podemos deducir que los desahucios continúan siendo pan de cada día, aunque el gobierno no quiera ser escandaloso para no poner el pueblo en su contra.

 

Por otra parte, creo que antes de desahuciar a una familia entera, se debería tener en cuenta que es una situación muy delicada, ya que te están echando de tu hogar a la fuerza. Obviamente, los desahucios deben existir, sobretodo porque de lo contrario, se producirían cantidad de casos de morosidad. Pero propongo también que antes de desahuciar a una familia, se haga un análisis de la persona. Ponemos por ejemplo, una persona que ha estado trabajando toda su vida y pagando siempre a tiempo la hipoteca o el arrendamiento de su casa. En el caso en el que no pudiera pagarla durante dos meses debido a un despido, ¿no sería más fácil una pequeña ayuda del estado para poder afrontar el pago antes que utilizar la fuerza para sacarlo de su casa? Yo creo que el estado debería tener un poco de tacto con toda esa gente que manda a la calle, ya sea con ayudas alimenticias o de hospedaje, ya que no es de gusto de nadie estar rebuscando comida en los containers de los supermercados. Ya para terminar, me gustaría recordar que si en su tiempo se rescataron los bancos para reflotar la economía ¿por qué no se puede hacer una pequeña aportación a todas aquellas asociaciones que ayudan a los desahuciados?

Jueves 20/02/2014

IRAIDE OLALDE

Recuerdo aquella cara de pánico, pupilas dilatadas y manos temblorosas, con un niño en brazos y tres a su vera. Cerraba la puerta de su casa por última vez. Hablaba alto y claro, con la tranquilidad y la plenitud de quien sabe que hecho todo lo que estaba en sus manos para sacar adelanta a su familia.

 

Lo conocí cuando trabajaba en una agencia de noticias en Madrid. En una época en la que los desahucios eran pan de cada día, me tocó cubrir uno de los tantos que se ejecutaban. El hombre no me quitaba los ojos de encima. A pesar de los innumerables medios de comunicación que existen hoy día, y más en Madrid, tan sólo estábamos mi cámara y yo en el lugar de los hechos. El señor, asustado, se acercaba a mí cuando la Policía, a las afueras del domicilio, se lo permitía. Él era consciente de que no había marcha atrás, pero, al menos, me dijo, quería que su verdad saliera de ese pequeño barrio madrileño y llegara a todos los hogares españoles.

 

Cuando llegué a mi casa, sentía que algo dentro de mí se había roto. Y me prometí leer cada letra pequeña de cada contrato que firmara. Y con muchísimo más cuidado y atención si había un banco,

el que fuera, de por medio.

 

Las leyes, son las leyes. Así como el blanco siempre ha sido blanco y el negro siempre negro. Los contratos son para cumplirlos. Y los alquileres para pagarlos. El pan lo pago y el coche también. Hasta ahí, queda claro. Pero, lo que no me puede entrar en la cabeza es que una persona tenga la sangre fría de ejecutar un desahucio sin tener en cuenta la situación económica y personal del damnificado. Y, lo que es peor, con el único objetivo de ganar: ganar dinero y ganar propiedades. Con la venda de la codicia cegando e impidiendo cualquier impulso de humanidad.

 

Lo que está claro es que, los desahucios, pocos al principio, están siendo cada vez mayores, y afectan ya a cualquier sector de la sociedad. La ley es la ley, pero lo que es inhumano, vergonzoso y patético es que entre todos, hayamos tenido que salvar bancos, y el Gobierno sea ahora incapaz de salvar vidas. Aunque, visto lo visto, lo de salvar vidas, desde luego, no es su punto fuerte.

 

 

 

 

 

Viernes 21/02/2014

BORJA HEREDERO

En un momento de soledad recuerdo años pasados en los que soñaba con lo que hoy me es imposible.

 

Después de una infancia rodeada del calor del hogar, de familia humilde pero feliz, protegido por cuatro paredes ganadas con sangre y sudor de unos padres que hoy ponen las lágrimas por no poder ayudar a su hijo. Suficiente tienen después de años de esfuerzo y trabajo con poder llegar a final de mes, de mantener a pago las cuotas bancarias de su hogar, con el miedo de poder ser en cualquier momento otra víctima del maldito sistema.

 

Los bancos, las hipotecas, la crisis, la falta de puestos de trabajo, la subida de los impuestos y de los servicios básicos son algunos de los motivos por los que hoy estamos metidos en este agujero que no parece tener fin pero, ¿Realmente tenemos la ayuda que nos merecemos?

 

Me parece indigno por parte de nuestro gobierno, que millones de familias duerman en estos mismos instantes en los que yo escribo este articulo, en la calle, desposeídos de su hogar, de su núcleo familiar, cortando de raíz sueños y recuerdos, experiencias y vivencias y tantos otros son los que esperan desesperados el momento de su desalojo.

 

Muchos somos los que pensamos que una parte del problema es nuestra, aceptar y consentir condiciones hipotecarias por encima de nuestras posibilidades, cierto es, pero no hay que olvidar que la misma burbuja nos empujó a creer que nuestro nivel de vida era el optimo, nadie era capaz de imaginar que todo esto nos estallaría en la cara de esta forma, dejando desamparados a los humildes trabajadores que solo buscaban un lugar donde poder construir su futuro, mientras tanto, los de siempre se quedaron con sus bolsillos rebosantes de dinero, cuando en realidad sus conciencias deberían estar rebosantes de remordimientos...

 

Me identifico con todos aquellos que sufren, que luchan y que mantienen las esperanzas por una mejor situación y les animo a seguir luchando a mantener los valores siempre presentes y a no desfallecer jamás, porque juntos podemos conseguir todo lo que nos proponemos. En momentos de necesidad es cuando se puede observar la generosidad de las personas y en estos momentos tan difíciles no podemos ser menos.

 

Bajo mi humilde opinión creo que ha llegado ya el momento de que este gobierno formado por personas que sin lugar a dudas no tiene ningún problema para llevarse un trozo de pan a la boca, plantee de una vez un proyecto de alquiler social de las viviendas vacías, donde toda persona desahuciada pueda recuperar sus ilusiones y sueños, donde olvide la calle y pueda arroparse con el calor del hogar y de los suyos.

 

Estamos cansados de ser siempre nosotros quien pagamos el pato.

Si lo tengo que pagar como mínimo déjalo volar...

 

 

 

Frase del Director

 

 

* La calle no es lugar para quien ayudo a construirla *

 

 

 

 

 

 


 

 

Sábado 22/02/2014

ALBERT ALSINA

"Expresador" Invitao

 

 

¡Largo de tu hogar!

 

Los desahucios en España forman parte de una problemática real e incipiente desde el estallido de la burbuja inmobiliaria acontecido durante el 2008. Es evidente que la famosa crisis económica afecta especialmente a una sección de la población en especial formada por la clase baja y la ya extinta (se diga lo que se diga) clase media. Los productos de necesidad son algunos de los que han visto aumentados sus precios a causa del IVA, que llega hasta el 21% del precio íntegro del bien. Todos estos ingredientes han resultado en un cóctel de precariedad económica, social y laboral que finalmente acaban resolviéndose en desahucios ya sea por la dación en pago del inmueble en sí para deshacerse de unas deudas imposibles de asumir o ya sea por la subastación del edificio por parte del banco que haya otorgado la hipoteca al que podríamos llamar irónicamente “beneficiario” a causa de los impagos mensuales.

 

Este hecho se ha convertido en algo tan habitual en España que incluso se formó la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) para paliar los efectos de esta devastadora pérdida de patrimonio. Que se haya creado una organización cuyo objetivo sea exclusivamente evitar desahucios en casos concretos o a aclarar a sus miembros ciertos términos que los bancos no aclaran completamente es suficientemente preocupante como para obviar que algo funciona mal. Con tantos individuos viviendo en las calles se sigue viendo mal que el llamado okupa haga suyo uno de esos hogares vacíos que nadie comprará puesto que nadie puede permitírselo porque esto no molesta a ningún vecino, pero sí choca con los intereses económicos de ciertas potencias.

 

Antes de que la burbuja estallara, el hecho de alquilar un edificio era visto como algo ridículo. El precio de una hipoteca era tan similar al del arrendamiento que la sociedad no solía contemplar esa salida. Además, comprando el edificio se aseguraban de dejar algo en herencia a su descendencia. Pasar por una hipoteca implica deber a una entidad bancaria una cantidad enorme de dinero, pero mediante un alquiler jamás se tendrá en posesión el inmueble. La duda aquí era casi inexistente. Con el cambio de milenio, el sector del ladrillo produjo casi en cadena cientos de miles de viviendas a precios relativamente asequibles. Por aquél entonces, los bancos aseguraban a muchísima gente una hipoteca, cosa que ahora se ha vuelto un reto casi imposible. Los propietarios vendían los inmuebles por un precio mayor al inicial una vez asumida la totalidad de la hipoteca, cosa que provocaba un aumento progresivo del precio todas las viviendas. Finalmente, estos hechos además de la especulación, hicieron que los precios acabaran siendo inabarcables. Todo esto es, pero, responsabilidad del ente bancario y del gobierno de turno, puesto que una regulación estricta habría impedido que esta burbuja reventara.

 

Ahora nos vemos rodeados de miles de ciudadanos que trabajaron durante la mayor parte de sus vidas para tener un lugar al que volver después de la jornada laboral, un hogar en el que los hijos del obrero y de la obrera pudieran comer un plato caliente todos los días para acudir en plenitud de energías al instituto para formarse (la mayoría de los progenitores de esta generación no tuvieron acceso a una educación óptima) y aprovechar así los esfuerzos de los padres. Algunos de estos ciudadanos han perdido sus hogares por razones muy diversas. Incluso se conocen casos de personas que hipotecaron por tercera vez sus viviendas para poder llegar a fin de mes.

 

Es imposible que la repartición de bienes sea justa; es una utopía que todos podamos tener el mismo poder adquisitivo, pero lo que sí debería ser real es una exhaustiva investigación sobre los antecedentes de alguien cuya única salida es entregar todo lo que tiene para no quedarse en la calle. Puede que alguien siga viviendo en un piso, pero esa persona estará sufriendo la pérdida económica que supone una hipoteca y el hecho de pagarla por segunda vez es un ataque a su propia moral. Si realmente se estudiara por qué alguien solo tiene esta salida el gobierno podría dar ayudas, pues la constitución garantiza el derecho al honor y que tus hijos vean cómo eres expulsado de tu propio hogar es una afrenta grave a la dignidad de la persona.

 

Las personas que más trabajaron para obtener lo que tienen lo perderán por las acciones de los especuladores, los políticos corruptos y sus concesiones ilegales de licencias y una larga lista de altos cargos que seguirán descorchando champán hasta que la justicia española opte por no desentenderse.

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