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Lunes 12/05/2014

CAROLINA FIGUERAS

 

 

La homosexualidad


 


En nuestros días la homosexualidad ya no debería ser un tema de debate. No concibo la homofobia. En mi cabeza no cabe la discriminación de ningún tipo y menos en parámetros sexuales ya que como bien describe Beatriz Preciado: “Sentirse hombre o mujer es sólo una construcción social, así pues tampoco hay ni heterosexuales ni homosexuales”.

 

Hasta 1868 no había esa distinción, sólo había prácticas sexuales variadas. Así que yo me pregunto, ¿para qué esa necesidad de clasificarnos como si fuésemos ganado, en grupos, en estereotipos, en identidades sexuales? Pues porque no deja de ser una forma de control, ya que si clasificas existe el riesgo de que alguien se quede fuera, de que sea tratado diferente por no encajar en esos parámetros.

 

Durante un tiempo aquellas personas que no se sentían ni “hombre” ni “mujer” ni “heterosexual” ni “homosexual” ni “travesti” fueron excluidos de la sociedad hasta qué surgió la teoría Queer, que es una hipótesis sobre el género y la sexualidad afirmando que las orientaciones sexuales y las identidades sexuales están formadas y construidas socialmente y que por lo tanto no están biológicamente inscritas en la naturaleza humana. El problema clásico del género es que parte de la heterosexualidad aceptada como “lo normal” (straight en inglés o sea “recto”) y por lo contrario, aquello “no normal” (queer en inglés o sea “retorcido” o “raro”). Entendiendo que todas las identidades sociales y sexuales son todas anómalas.

 

Esperemos que llegue un día que podamos dejar de usar la palabra queer, y la palabra homosexualidad y muchas otras que en vez de enriquecer el lenguaje lo que provocan es marginación, discriminación y odio.

NACHO FERNANDEZ

Martes 13/05/2014

 

 

La homosexualidad es únicamente la condición de que una persona se siente atraída por aquellos que son del mismo sexo.

Y en cuestiones de amor, cuando éste es sano y correspondido, nadie puede meter sus narices en él.

Que hablemos de inmoralidad cuando dos personas únicamente cometen el delito de quererse, deberíamos hablar de represión. No podemos establecer unos límites al amor. Para algo inmanente a nuestro ser que tenemos y tan desvirtuado en los últimos años que está siendo, no es lógico andar poniéndole más trabas.

 

Una persona homosexual no es un monstruo. No es un enfermo. Es otro ser humano cuyos sentimientos van por otra dirección a la tuya. Una persona que buscará el bien mayor de otra, se desvivirá por proteger y cuidar al ese otro, al que ama. ¿Eso se merece algún tipo de desprecio? ¿De restricción? Acusar a esta gente de cosas como “no contribuyen a perpetuar la especie” suenan a argumentos esgrimidos por los Ilustrados del s.XVIII y no a habitantes del s.XXI.

 

Por fortuna, aún encontramos pequeños soplos de esperanza cuando oímos que se legaliza el matrimonio homosexual en tal o cual país (considerándolo un contrato práctico en términos legales, para muchas parejas es vital) o que se reconoce la valía en cualquier campo de las artes, las ciencias o los deportes a un homosexual como a cualquier otro heterosexual.

 

Sin embargo aún faltaría superar la última barrera, y es que, aunque la integración está muy bien, seguimos hablando con etiquetas y distinguiendo homosexual de heterosexual. Para que la asimilación de que estas personas son IGUALES que el resto de seres humanos (mismos derechos, mismas oportunidades) deberíamos dejar de distinguir y condicionar la percepción de alguien porque sea homosexual.

 

Pero bueno, paso a paso, iremos avanzando.  

 

Homosexualidad

 

Libo estudiaba minuciosamente su libro sobre insectos. Pasaba cuidadosamente las páginas, tratando de recordar cuales había visto alguna vez entre las plantas del jardín. Se paró en seco en la sección de las mariposas buscando el mágico ángel que había visto semanas atrás. Leía las etiquetas y buscaba entre las fotografías: Las había de colores vistosos, apagados, grandes y pequeñas, las había de muchas clases, pero no logró encontrar aquella que buscaba.

 

Lo primero que me pregunto es qué es exactamente lo que se quiere decir con la palabra “Homosexual”: Claro está y como dice la palabra, que debe referirse a una conducta sexual concreta en la que se relacionan personas del mismo sexo. Pero si se trata solo de eso… ¿Por qué no designamos a los animales de bisexuales, cuando en la necesidad imperiosa de desahogarse, se acercan igual a hembras o machos de su especie? A eso le llamamos quizás falta de razonamiento, puro impulso sexual. Así pues… el término homosexual debe referirse a algo más, a algo que es puramente humano y que forma parte de la razón o de la emoción que creemos que solo a nosotros pertenece; el amor.

Es en este punto, cuando hablamos de amor, que la misma palabra para mi pierde su significado, porque el amor es la unión de algo más que lo físico, es complementación, amistad, complicidad, la belleza de lo que está en la mente y eso ya no tiene forma física, porque lo que llena precisamente es una esencia que va más allá de lo que se tiene entre las piernas. Ya lo dicen: “el amor es ciego”; y debería ser ciego para todo, si se tiene la mente suficientemente liberada.

 

Homo, hetero, trans, bisex… eso somos, un montón de catalogaciones que nos estigman a una u otra forma de ser. Somos solo un informe más que clasificar en una carpeta, simplemente somos eso: Una pegatina en la frente que nos designa de por vida. Este es uno de esos temas que creo que profundizan en mi corazón especialmente, más que de costumbre. Hoy no puedo hablar más que por mi misma como mujer y como persona, puede que sea difícil entender mis palabras, pero no puedo dejar de ofreceros una parte de la misma liberación que me acompaña los últimos años, en todos los sentidos. La sexualidad cada uno la lleva a su manera y para ella tiene sus propias opiniones, así que hoy más que información, os ofrezco una parte de mi misma… Así pues… ¿yo? ¿Qué soy yo? ¿Cuál es mi etiqueta? Sé que no… yo no soy gay, pero tampoco soy hetero, incluso tampoco soy bisexual: Yo soy Anna, persona y animal a partes iguales.

 

Tras unos minutos de reflexión Libo se dio cuenta de algo. Todas aquellas mariposas eran parte de lo mismo, pero distintas al mismo tiempo. Mariposa tan hermosa como aquella no podía haber en ningún libro, solo había una, y habitaba en su jardín.

 

Míercoles 14/05/2014

ANNA BAÑON

Jueves 15/05/2014

AXEL FERNANDEZ

La homosexualidad, según parece, es una opción sexual tan válida como cualquier otra y no pensar así, es hoy motivo de exclusión. Aun así, maricón, marica y sinónimos siguen siendo insultos. Durante muchos años los homosexuales han sido los excluidos, perseguidos e increpados, pero eso parece que por fin está cambiando.

 

Yo no logro comprender cuál es el motivo por el que se pueden atraer físicamente dos personas del mismo sexo, ya que el ser humano, como cualquier especie animal, está diseñado entre otras cosas aunque principalmente para reproducirse, y con una persona del mismo sexo, resulta un tanto complicado. ¿Con las evidencias de inteligencia de diseño del cuerpo humano, cómo podemos explicarnos este fenómeno?

 

Mucha gente intenta explicármelo diciendo que las personas se enamoran de personas, a lo que respondo que yo amo a mi gata y no por eso pretendería hacerle el amor (aunque haya gente que lo haga). Evidentemente sé que no es lo mismo, pero entonces me surgen más dudas. Tengo un amigo al que quiero como a mí mismo, pero no siento ninguna atracción sexual hacia él. Tengo gran cantidad de amigas, conocidas y saludadas con las que me encantaría hacer el amor, aunque sé que nunca podría enamorarme de ellas. Supongo que debe coincidir el sentimiento con la atracción sexual, pero vuelvo a remitirme a que cualquier ser humano está destinado a reproducirse. Quizá sea un plan de la evolución para acabar con el abusivo crecimiento de la raza humana en comparación con cualquier otra especie animal ( aunque me toméis por loco, lo digo totalmente en serio).

 

Muchas veces he oído que ya en la antigua Grecia se practicaban relaciones sexuales con ambos sexos simultáneamente o con cantidad de personas del mismo sexo, pero eso lo realizaban en celebraciones muy concretas y después de grandes fiestas cargadas de comida y alcohol. En ningún caso se conoce que acabaran enamorándose. Era, mejor dicho, la culminación de una gran celebración cargada de vicio y abundancia.

 

Espero no ser criticado por mis palabras, puesto que con ellas no pretendo faltar al respeto de nadie, tan solo exponer mi confusión y que con suerte, alguien solvente mis dudas.

 

Creo que todo tiene una finalidad. Quizá sea la de comprender el verdadero amor. 

Homosexualidad:

 

¿Quién no vio ayer Eurovisión? Probablemente, teniendo en cuenta la trayectoria que ha tomado el festival en los últimos años, una parte de la población habrá dejado de seguirla pero, sin duda, todo el mundo conocerá al ganador de la 59ª edición de Eurovisión.

 

Austria nos sorprendió a todos con su representante: un hombre con cabellera color chocolate y ondulada, con traje largo de mujer, una pulida manicura, un denso maquillaje de ojos y una espesa barba daban el toque final a la imagen de Thomas Neuwirth, cantante austríaco conocido artísticamente como Conchita Wurst.

 

La polémica elección de Austria no dejó indiferente a Europa. A partir de la participación de Conchita en el festival las críticas y las opiniones en torno a la libertad sexual no se hicieron esperar e introdujeron, de nuevo, el debate de la homosexualidad sobre la mesa.

 

Es curioso el transcurso que ha tomado este estilo de vida o, más bien, de amar, a lo largo de los años. Los griegos entendieron la homosexualidad como un hecho usual en las relaciones entre hombres (no así con las mujeres, quienes eran consideradas sólo para la reproducción), los romanos adoptaron una visión que veía el amor entre ambos sexos como el resultado de la decadencia cívica a pesar de que era algo frecuente el que un hombre mantuviera relaciones con un esclavo o con un varón más joven que él. La Inquisición persiguió la homosexualidad incansablemente entendiéndola como el pecado más severo y castigándola con todo tipo de prácticas que iban desde la tortura más infame hasta la muerte más dolorosa como pudiera ser la hoguera. Y finalmente, en uno de los últimos casos más sonados de la última época, está la persecución que llevaron a cabo los nazis durante su gobierno considerando la homosexualidad como una inferioridad del hombre, un defecto genético o, simplemente, como una aberración que era castigada con el asesinato.

 

Desde entonces en adelante, la homosexualidad no ha dejado de provocar debates, discusiones y, todavía en ocasiones, desgracias. La polémica sobre el amor entre hombres y mujeres entra con fuerza con la eterna pregunta que todo el mundo se llega a plantear dado el momento: ¿es normal que un hombre ame a un hombre o que una mujer ame a una mujer? Para empezar, ¿qué demonios significa ser “normal”? En la antigüedad era lógico creer que vivíamos según los designios de los dioses o que unas mujeres que elaboraban brebajes a partir de hierbas u otros compuestos, se denominaban brujas y hechizaban a los hombres o raptaban a niños. Esos acontecimientos se veían “normales” y, aún así, al día de hoy sabemos que todo eso son, como menos, invenciones de los hombres sin ninguna base que lo fundamente. En la actualidad eso no se considera el pan de cada día. Entonces, ¿qué hay de amar a uno del mismo sexo? ¿Es normal? ¿Es extraño?

 

El planteamiento de ambas opciones me parece una auténtica pérdida de tiempo. Voto por algo mucho más sencillo y natural que la cuestión política, moral o social que pueda suscitar la homosexualidad: el amor es un hecho y derecho universal. ¿Has visto cómo se toca el pelo, como lo deja caer o cómo de te mira? ¿Has visto, sobre todo, cómo te late de rápido el corazón cuando eso ocurre?

¿No sentimos todos los seres humanos, acaso, esa dicha, esa ansia, ese impulso hacia el ser amado? Esa emoción que llamamos amor no entiende de barreras, de límites o prohibiciones. Lo sentimos y ya. No existe nada más porque el amor, ante todo, es un sentimiento caprichoso y libre que se dicta por sus propios deseos.

Y el amor, aunque doloroso al igual que dichoso, siempre conlleva ante todo un mensaje de cariño, de ternura, de comprensión, de estima. Algo que resulta simplemente un acto de bondad pura y afecto absoluto hacia uno mismo y hacia el resto del mundo no puede ser algo horrible, impuro o degenerado en un mundo que está, lamentablemente, tejido por guerras, conflictos, corrupción o desgracias.

Amar es, por encima de todo, el gesto de cariño más bello que puede ofrecer el ser humano así que, ¿por qué no dejar que el mundo se contagie de la belleza? Todos necesitamos querer y ser queridos en este mundo: es una necesidad, un derecho y, admitámoslo, una bendición. Por lo tanto, no importa si una mujer mira con ternura a su compañera, en cómo se cepilla el pelo, en cómo la despierta por las mañanas, en cómo le susurra un “te quiero”… o, en cómo un hombre mira con ternura a otro, en cómo le acaricia la mejilla o cómo le envuelve en un abrazo. Nada de esos actos comporta dolor o mal o terceros. No están imponiendo sus gustos, no están prohibiendo otra forma de amar distinta a la suya… Sólo expresan la propia.

 

Ellos alcanzan la misma felicidad que pueden poseer un hombre y una mujer que se profesan amor mutuamente. Hace no mucho, unas semanas, visioné un documental en el que se le preguntaba a unos niños qué opinaban sobre la homosexualidad. Resultó refrescante escuchar sus respuestas, en las que la afirmación más repetida era: “¿por qué no vas a poder querer a quien quieras? Todo el mundo tiene derecho a querer a alguien”. Todos deberíamos ver de la misma forma el amor que ofrece el mundo: con los ojos de un niño. Con su inocencia, con su pureza.

 

Un acto de amor, en resultado, es la realización de un sentimiento que va implícito en la esencia humana de las personas y que es imposible erradicarse. Nace tal cual es, sin poder alterarse ni cambiarse. Es tal como decía Neruda: “podrán cortar las flores pero no podrán detener la primavera”.

La “primavera” ha llegado ya, echando raíces, porque Thomas Neuwirth, alter ego Conchita Wurst, ha demostrado que cualquier persona, independientemente de su orientación sexual, puede brillar con luz propia y poseer los mismos derechos que cualquier otro individuo. Ella lo dejó claro ante las críticas que recibió por parte del gobierno ruso: “Somos imparables”.

 

 

 

 

 

Viernes 16/05/2014

CARLA RIBERA

Como persona perteneciente al "sector LGTB" hay tantas cosas que podría decir y tantas

experiencias por contar...
Pero realmente lo que me gustaría decir seria: nada.

Hablaré de lo que pienso sobre la homosexualidad contando que vivimos en España, ya que no puedo generalizar mis pensamientos sobre el tema si hablamos de los derechos de los homosexuales en países como Rusia o norteafricanos entre otros.

Desde que se empezó a defender el amor libre sin importar el sexo lo que se ha buscado ha sido una normalización, una igualdad, que si una pareja del mismo sexo pasea cogida de la mano no sea motivo de miradas y comentarios. Pero creo que nos equivocamos al pensar que el único culpable es la persona heterosexual cerrada de mente que no puede llegar a comprender que dos personas del mismo sexo se amen sin importar nada más.

Nosotros mismos hacemos que hayan barreras y diferencias y separemos "los mundos" creando barrios, zonas, festivales, discotecas, restaurantes, hoteles, librerías... especificas para homosexuales.
Con una actitud a la defensiva a la que la hemos adornado con la palabra "orgullo" lo único que hacemos es darle más importancia al hecho de ser ¿diferentes? Pero, ¿lo que queríamos no era igualdad?

Cuando una pareja homosexual está pendiente de quién le mira por tener muestras de cariño en público está esperando a que a alguien le parezca mal para defenderse y reivindicar su libertad.
Por otro lado, por supuesto, debe haber siempre un respeto hacia los demás en cualquier tipo de pareja, no por querer que se vea normal hay que incomodar a terceras personas.

Finalmente yo lo que creo es que avanzamos a trompicones hacia la normalización, nosotros somos los que escogimos el camino equivocado y nosotros somos los que nos ponemos las piedras.
Para que no sea "raro" no hay que defenderse continuamente, simplemente no hay que darle importancia ¿por qué es un tema la homosexualidad? ¿Lo es la heterosexualidad? ¿Por qué tenemos que "salir del armario" con nuestros padres? ¿No podemos simplemente presentarles a nuestra pareja sin anticiparles nuestra orientación sexual?

Tener la mente abierta y la educación es importante para conseguir que seamos respetados, pero definitivamente creo que parte de la culpa para marcar una diferencia es del sector LGTB.

 

 

 

 

 

 

Domingo 18/05/2014

SORAYA LÓPEZ

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